Una renombrada autora, de aquellas que son citadas innumerables veces en los medios, de las que son grandes por algo más bien pequeño, dividió a la humanidad completa en dos. Dijo que por un lado estaban las personas con iniciativa propia para enfrentarse a la infelicidad y que por otro lado estaban quienes carecían de esta habilidad. Pues bien, por sorpresa de algunos, hay quien toma esa división por ley de vida, levanta el dedo índice con gesto educativo y proclama dicho enunciado como íntegramente verídico.
El señor Gurmendi se indigna con semejantes estupideces y entristece. Hoy, se tomó el día para hacer algún que otro trayecto en tranvía. Iba de pie y se colocaba justo al lado de la salida. Era de esperar que numerosas veces se ganaría una sonrisa de aquellas personas a quienes sujetaba la puerta cuando en el último momento venían corriendo a coger el tranvía. Sólo son cosas pequeñas, pero el señor Gurmendi es feliz.