Érase una vez una hormiga orgullosa, de color marrón, cuerpo robusto y trompa larga, que vivía en una tela de araña. Érase la misma vez también una araña obesa, con bigote de fiera, que saltaba alrededor de la hormiga cantando por bulerías. Un día la hormiga tomó postura de reina, levantó tantísimo la cabeza que, de no haber sido por la pegajosa tela, se habría caído hacia atrás, y tiró su cinturón a la araña para que subiera con ella al trono. Sin embargo, en vez de subir la araña, del fuerte peso cayó también la hormiga, que no acostumbraba a hacer ejercicio. Ahora las dos viven jugando a esconderse de los granos de arena en la playa.
Érase una vez el señor Gurmendi dando vida a lo inerte y pensando que todo lo demás estaba muerto.